
Lo cierto es que aquí como en Sebastopol, un PBI creciente significa más ingresos fiscales para inversión pública y más empleo, mejor pagado. Siempre. Pongámonos en un caso extremo. Imaginemos que este nuevo producto es absorbido enteramente por un único dueño de una mina, y al explotarla se vuelve millonario. Pues sin excepción algo de este valor tendrá que redituar al Estado en impuestos. Y así también, sin excepción, alguien tiene que trabajar para hacer real ese valor, por lo tanto algún sueldo o ingreso tiene que otorgarse a alguien que de lo contrario no recibiría ese sueldo.
Lo que nos lleva a la desigualdad. Todo país que crece, va a ocasionar más desigualdad. Siempre. Pero desigualdad solo significa que algunos se vuelven más ricos que otros, pero todos se benefician. Eso de que los pobres se vuelven más pobres es una cantaleta sin sustento. Aun así, no será lo más justo, pero es preferible a que todos nos mantengamos igual. El desarrollo requiere tolerancia a la desigualdad.
Lo cierto es que el Estado debe ayudar a que todos sean favorecidos, no solo una parte de la población. Y como se hace esto? Con mayor y mejor infraestructura, educación y salud. Estas deberían ser las prioridades, las que por lo cierto no aborda Humberto Campodónico.
La receta de Humberto es, por el contrario, “crecer re-distribuyendo”. No conozco un modelo económico que logre crecer re-distribuyendo, que me diga adonde, en que parte del globo ha visto una cosa así. Donde el crecimiento ha sido parejo, ha sido porque la población ya tenía las mismas ventajas en salud, educación e infraestructura y no porque el modelo económico haya sido mágico.